jueves, 26 de noviembre de 2009

Bad Guy

Después de ver esta película coreana de Kim Kiduk, sólo hay dos cosas claras en mi mente. La primera es que esta película tiene el récord de mayor cantidad de bofetadas en la historia del cine. La segunda cosa es que, de ninguna manera, los asiáticos y los occidentales somos de la misma especie. Por racista que parezca este comentario cómico, es la opinión estilizada de un occidental que ha viajado y vivido en más países que la mayoría de persona, y vive actualmente en Corea del Sur. No entiendo muchas de sus películas, y es probable que mi falta de comprensión de la cultura asiática sea la principal razón.

No entiendo varias cosas sobre esta película, y sobre otras muchas cintas producidas en Asia: ¿Por qué una muchacha que fue sorprendida robando elige un préstamo que va a transformarla en una esclava sexual en lugar de ser arrestada? ¿Cómo puede una chica virgen rechazar la invitación de su novio a un love motel y pocos días después convertirse en una prostituta? ¿Cómo puede un proxeneta enamorarse de una prostituta? ¿Cómo puede esta misma prostituta enamorarse del hombre que hizo de ella una prostituta? Algunas personas pueden pensar que estos son fallos del guión, pero en cambio, creo que son errores sociales.

Daré más detalles: Siempre pensé que lo peor que le sucedió a la humanidad fue el judeocristianismo (del cual el cristianismo y el Islam evolucionaron). Ahora, creo que el confucianismo es, al menos, tan perjudicial para la naturaleza humana como el judeocristianismo. Desde luego, ha sido más fácil librarse de las cadenas de la religión en el mundo occidental, y por lo tanto, las personas disfrutan de sus vidas más y son más honestas las unas con las otras. Por otra parte, en los países confucionistas (China, Taiwan, las Coreas y Vietnam), las relaciones humanas son prácticamente inexistentes si no hay una máquina o una bebida alcohólica de por medio. El rigor del confucianismo ha matado a la naturaleza humana (es una pena que los asiáticos lo eligieran sobre el budismo o el taoismo, que son las más libres de todas las religiones), la gente siempre está interactuando con un rol y no con una persona. Y, por supuesto, el sexo es algo malo (en mi opinión, asociar el sexo con el pecado era una forma de controlar la población, pero ahora que nuestra tecnología y la ciencia pueden controlarla, no hay razón para este enlace).

Así, en esta tan rígida estructura social, las cosas contradictorias que he mencionado anteriormente tienen sentido. El sistema judicial de los países confucianistas tiende a reaccionar de forma exagerada contra los delitos, y es por eso que ser una prostituta puede ser mejor que ser detenida. Si tu novio tiene sexo contigo con mucha facilidad, él (alguien que te importa mucho) se cree que eres una mujer de moral distraída, pero si eres una prostituta, personas cuya opinión no te importa te consideraran como tal. La respuesta general es la siguiente: donde hay una gran opresión de la naturaleza humana, la gente tiende a hacer las cosas más ilógicas.

Sin embargo, no podemos culpar al buen Confucio por cada mala película asiática (y por cierto, Bad Guy no es una mala película). El guión de Kim Kiduk tiene varios fallos. Por ejemplo, ¿cuántas veces puede un hombre ser apuñalado y no morir? ¿Y cómo puede alguien que está a punto de ser ejecutado salir de la cárcel? El contexto de la historia no es creíble. Corea es, de lejos, el país más seguro que en el que he estado. No me puedo imaginar las cosas que se describen en la película en la Corea real. Kim Kiduk necesita algunos conocimientos de calle, algo muy difícil de conseguir en este sobre tecnificado país donde es más fácil hablar con alguien a través de Internet que cara a cara. Además, hay un momento extradiegético en una playa que es completamente inútil, y rompe la estética realística-documental de la película. Sin embargo, la película tiene una secuencia de arranque muy fuerte y nunca deja de ser interesante.


jueves, 12 de noviembre de 2009

Madre

Justo cuando pensaba que todo el cine asiático era como las películas de los infames Apitchatpong Weerasethakul, Hong Sang-soo o Tsai Ming-Liang (en otras palabras, malo), Bong Joon-ho me hace volver a creer en la perspectiva asiática del cine. Debo decir que fue mi error permitir que estos autodenominados artistas hicieran que me olvidara auténticos cineastas como Park Chan-Wook, Takashi Miike o Takeshi Kitano. El plano de arranque de la película, en la que la protagonista aparece bailando (sin ningún sentido del ritmo, a decir verdad) un bolero en un maravilloso paisaje, es simplemente genial y me recuerda las secuencias de clausura de películas maravillosas como Zatoichi de Kitano o Slumdog Millionaire. Algo maravilloso sucede cuando la música se inserta en una película no musical de una manera tan poco convencional.

No creo que haya nada que me disguste de esta película. Formalmente, el flujo de planos es dinámico, pero eso no impide que la imagen sea transparente. No somos conscientes de la cámara en ningún momento de la película de Bong, ya que es capaz de convencernos de que no hay absolutamente nada entre la diégesis y nosotros mismos. Hoy en día, muchos directores pierde el norte a la hora de hacer cine al tratar de conseguir los planos y los movimientos de cámara más innovadores. Por otro lado, en lo referente al montaje, los flashbacks se hacen de manera brillante, cada una de ellos proporcionando una información valiosa, sin extrañar al espectador.

Sin embargo, lo mejor de esta película es la historia misma. Está maravillosamente contada, tiene grandes personajes,-incluso si son principalmente planos (después de todo, un personaje es un mecanismo narrativo para contar una serie de hechos interesantes) - varias capas, tramas, subtramas, mecanismos narrativos perfectamente ejecutados, etc. Cada punto de giro de la historia es verosímil y crea sorpresa, pero, al mismo tiempo, no choca al espectador. Una de las cosas más notables de esta película es su redondez. La redondez narrativa es algo que, en la actualidad, ha sido olvidado por la mayoría de los directores. Sin embargo, el período clásico (un período que la mayoría de los directores de arte y ensayo deberían revisar) estaba lleno de películas redondas como de Centauros del desierto, de John Ford. En esta película, el travel out de conclusión rima con el travel in con el que comienza la película. De la misma manera, la secuencia final de Madre, en la que el personaje principal baila de nuevo el bolero del principio, rima con el plano de arranque que hemos comentado anteriormente.

El tono de este thriller sobre el asesinato, el sistema judicial, las clases sociales, el amor maternal y discapacitados mentales (entre muchas otras cosas), es también digno de mención. Los hechos son muy graves y dramáticos, pero el tono es cómico en muchos casos. La relación entre Yoon Do-joon y su madre; el abogado perezoso; el intercambio de sexo por arroz de la muchacha asesinada: la locura de su abuela alcohólica: la última gota de sangre que salpica la cara de la madre, diciéndole que ha hecho un buen trabajo matando al hombre que podría poner en peligro la libertad de Do-Joon. Todos estos son elementos de comedia negra que mejoran esta muy entretenida y profunda película, a pesar de sus 128 minutos de duración.


Cinderella

Esta cinta aborda un tema muy interesante como es la cirugía estética en Corea del Sur desde el género del terror. Esta premisa me parece todo un acierto, ya que, por lo menos para mí, cualquier tipo de cirugía me causa terror y si además en una tan banal y estúpida como la cirugía estética (más cirugía que estética), el terror se amplifica. Son pocas las voces que exclaman en los medios de comunicación que unas tetas de plástico serán grandes, pero bonitas no son. En Corea, la obsesión de la sociedad se centra en la cara y en conseguir los rasgos menos orientales posibles, creándose un tipo de monstruo que parece una versión de segunda categoría de una mestiza coreana-occidental. Este monstruo es mucho más común por las calles coreanas que la mestiza (que creada por medios naturales, es decir, mediante el sexo, suele ser de gran belleza), ya que por desgracia para nosotros, al coreano le gusta imitar al occidental, pero no le gusta mezclarse con él.

Esta obsesión de las coreanas por su aspecto físico se ve reflejada en la cinta de Bong Mandae, especialmente en el personaje de la madre, que además es cirujana plástica. Pero esto, que es el contexto, es prácticamente lo único destacable de la película. Terror no se crea (ni cuando, como en mi caso, ves la película solo, de noche y con una tormenta estruendosa) y la mayoría de los sustos matemáticos (que son aquellos que, según el realizador Jaume Collet-Serra, generan una expectativa, no la dan y en el momento menos esperado aparece un elemento inesperado) no provocan ningún sobresalto.

La trama, que es simple, se nos presenta mediante saltos en el tiempo para alimentar nuestro interés. La lástima es que la resolución no resulta creíble, hasta cuando se tiene mucha predisposición a ver productos fantásticos. El tratamiento que el realizador coreano hace de las escenas de cirugía es bastante positivo, ya que genera tensión sin recurrir a lo fácil, que sería enseñar mucha carne y sangre. Por otra parte, la música es totalmente repetitiva y a veces la inclusión de baterías sintéticas destruye la atmósfera. La película se salva porque retrata con mucha sinceridad una parte de la sociedad coreana que de por sí da bastante miedo y asco.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Bleach: Fade to Black

Se trata del tercer largometraje basado en el universo Bleach creado por Tite Kubo. Como en la mayoría de los productos de este tipo, los guionistas hacen caso omiso de la continuidad narrativa del manga (si ya en la serie de tv interrumpen la trama violentamente para introducir historias autoconclusivas totalmente contradictorias, imaginaros en una película). La historia se centra en el personaje de Rukia que, a mi parecer, es de los más sosos de la serie.

Como las otras dos películas de Bleach que he han hecho, esta desaprovecha la oportunidad de darle un poco más de protagonismo a un personaje que la mayoría de los freakies amamos pero que aparece de manera demasiado intermitente en el universo Bleach: el grandísimo Zaraki Kenpachi. Dice la cultura popular que cuando Bruce Banner se enfada, este se convierte en The Hulk; que cuando The Hulk se enfada, este se convierte en Chuck Norris; y que cuando Chuck Norris se enfada, este se convierte en Zaraki Zenpachi.

El diseño de los personajes nuevo está bastante bien, menos por el personaje de la chica sin nombre, que es bastante feo. La película es entretenida y tiene bastante acción, aunque la acumulación de tantos personajes en tan poco tiempo hace que algunas peleas resulten descafeinadas y el guión se resuelve de una manera un tanto pobre. A los aficionados del manga o del anime les gustará la historia y les dejará con buen sabor de boca. En cambio, si no se está familiarizado con Bleach no hay ninguna razón para ver esta cinta.