jueves, 12 de noviembre de 2009

Madre

Justo cuando pensaba que todo el cine asiático era como las películas de los infames Apitchatpong Weerasethakul, Hong Sang-soo o Tsai Ming-Liang (en otras palabras, malo), Bong Joon-ho me hace volver a creer en la perspectiva asiática del cine. Debo decir que fue mi error permitir que estos autodenominados artistas hicieran que me olvidara auténticos cineastas como Park Chan-Wook, Takashi Miike o Takeshi Kitano. El plano de arranque de la película, en la que la protagonista aparece bailando (sin ningún sentido del ritmo, a decir verdad) un bolero en un maravilloso paisaje, es simplemente genial y me recuerda las secuencias de clausura de películas maravillosas como Zatoichi de Kitano o Slumdog Millionaire. Algo maravilloso sucede cuando la música se inserta en una película no musical de una manera tan poco convencional.

No creo que haya nada que me disguste de esta película. Formalmente, el flujo de planos es dinámico, pero eso no impide que la imagen sea transparente. No somos conscientes de la cámara en ningún momento de la película de Bong, ya que es capaz de convencernos de que no hay absolutamente nada entre la diégesis y nosotros mismos. Hoy en día, muchos directores pierde el norte a la hora de hacer cine al tratar de conseguir los planos y los movimientos de cámara más innovadores. Por otro lado, en lo referente al montaje, los flashbacks se hacen de manera brillante, cada una de ellos proporcionando una información valiosa, sin extrañar al espectador.

Sin embargo, lo mejor de esta película es la historia misma. Está maravillosamente contada, tiene grandes personajes,-incluso si son principalmente planos (después de todo, un personaje es un mecanismo narrativo para contar una serie de hechos interesantes) - varias capas, tramas, subtramas, mecanismos narrativos perfectamente ejecutados, etc. Cada punto de giro de la historia es verosímil y crea sorpresa, pero, al mismo tiempo, no choca al espectador. Una de las cosas más notables de esta película es su redondez. La redondez narrativa es algo que, en la actualidad, ha sido olvidado por la mayoría de los directores. Sin embargo, el período clásico (un período que la mayoría de los directores de arte y ensayo deberían revisar) estaba lleno de películas redondas como de Centauros del desierto, de John Ford. En esta película, el travel out de conclusión rima con el travel in con el que comienza la película. De la misma manera, la secuencia final de Madre, en la que el personaje principal baila de nuevo el bolero del principio, rima con el plano de arranque que hemos comentado anteriormente.

El tono de este thriller sobre el asesinato, el sistema judicial, las clases sociales, el amor maternal y discapacitados mentales (entre muchas otras cosas), es también digno de mención. Los hechos son muy graves y dramáticos, pero el tono es cómico en muchos casos. La relación entre Yoon Do-joon y su madre; el abogado perezoso; el intercambio de sexo por arroz de la muchacha asesinada: la locura de su abuela alcohólica: la última gota de sangre que salpica la cara de la madre, diciéndole que ha hecho un buen trabajo matando al hombre que podría poner en peligro la libertad de Do-Joon. Todos estos son elementos de comedia negra que mejoran esta muy entretenida y profunda película, a pesar de sus 128 minutos de duración.


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