domingo, 28 de febrero de 2010

The Rat Pack live from Las Vegas

Bajo este título se esconde una propuesta que todas las damas y caballeros de bien disfrutarán. Se trata de un espectáculo británico que intenta recuperar el espíritu de lo que debieron ser esas veladas del auténtico Rat Pack en los maravillosos 50. Auspiciado por el gran éxito que la función ha tenido en el Reino Unido y en el resto del mundo, salió a la venta un dvd del show.

Está claro que los auténticos Frank Sinatra, Sammy Davis Jr., Dean Martin y las hermanas Berelli no se pueden comparar con los actores que los encarnan en el espectáculo, pero si hacemos el esfuerzo de dejar aparte las comparaciones, podremos disfrutar de un espectáculo grandioso.

La música está muy bien ejecutada y los vocalistas tienen unas voces maravillosas, muy parecidas a las del auténtico Rat Pack. Los chistes entre actuación y actuación son muy buenos y te transportan a la década dorada del siglo XX. Un Dean Martin medio borracho en cuya mano transcurre un desfile interminable de vasos de Jack Daniel’s, Dry Martinis y demás brebajes alcohólicos, nos regala temas inolvidables como That’s amore o Volare. También disfrutamos de la agilidad de Sammy Smokey Davies Jr. y los chistes hacia su condición de “judío”. Y como no, Frank Sinatra (en este caso la voz del actor es casi calcada) nos regala autenticos himnos como Fly me to the moon o New York, New York. Por no hablar de la realización, que es excelente y que saca partido de ese gran recurso escénico que es el tres cuartos.

Este dvd es un audiovisual que todo ser humano decente utilizará en sus eventos sociales mas importantes, esos es los que solo se sirven bebidas de verdad, se fuman habanos y hay un código de vestimenta que se debe seguir a raja tabla: sombrero, camisa y corbata. Si creen que mi prosa es confusa, cúlpenme a mi, no a la bebida, ya que como dice el gran Dino, “I only had ti martwonis!”

domingo, 21 de febrero de 2010

Síndromes y un siglo

Ahora mismo, delante de mi ordenador, me siento bastante desesperado. No sé qué decir, o cómo empezar. Ni siquiera sé si tengo algo de lo que hablar. Desgraciadamente, no soy como el director tailandés Apichatpong Weerasethakul. Él puede hacer un largometraje de 105 minutos de duración sobre la nada. Yo, en cambio, ni siquiera puedo escribir una sola página sobre ella. Sin embargo, tengo que escribir algo, así que voy a hablar de lo que esta película sin sentido me hizo sentir.

Lo primero que experimenté, justo después de algunos minutos de metraje, fue ira. En la primera secuencia de la película, una cosa está clara: Weerasethakul se fugó la clase en la que explicaban las reglas de la continuidad espacial. Todos los cortes son totalmente perceptibles para el espectador. El plano-contraplano, que es el ABC de la cinematografía, es insultantemente ignorado. "Ahí va otro pretenciosa y estúpida película de arte y ensayo", pensé.

Más tarde, la ira se transformó en sorpresa. Weerasethakul no sólo es un cineasta pedante al que le gusta pensar que más de un siglo de tradición de producción cinematográfica es algo a lo que hay que faltar el respeto. Él, simplemente, no sabe nada de cine. Por eso hay tan pocos primeros planos. Por eso la película se construye prácticamente con planos generales extremos que, por cierto, son más fáciles de rodar porque son más fáciles de iluminar (las posibilidades de iluminación de un plano general extremo son muy limitadas debido a la extensión del set de rodaje que es capturado por la lente). En última instancia, la completa ignorancia de Weerasethakul a la hora de realizar películas es la razón principal por la que esta película se crea principalmente en el estudio de sonido. De hecho, sería un gran ejercicio de escritura de guión el escribir un diálogo decente que pudiera encajar con las imágenes de esta película, ya que realmente no hay que preocuparse por la sincronización de la imagen y el sonido. La acción ocurre tan lejos del espectador que realmente no podemos saber lo que está sucediendo y lo que es peor, al espectador no le importa lo más mínimo

Un par de minutos más tarde, tuve que rectificar. Weerasethakul sabe algo sobre el lenguaje audiovisual: sabe cómo dirigir videoclips. Justo cuando pensaba que el largometraje puede ir a alguna parte, narrativamente hablando, Weerasethakul decide loopear la historia y volver al principio. "¿En serio? ¡Vamos, dame un respiro!” me dije a mí mismo. Por desgracia, una película no puede entender los pensamientos de sus espectadores, y la película siguió mostrando la misma vacuidad con una escenario diferente.

Así que, a pesar del hecho de que mis párpados se estaban haciendo más pesados a medida que los minutos pasaban, terminé la película. La ira volvió. No entendía nada y me pregunté si de hecho, había alguna cosa que entender. La confianza que tengo en mi inteligencia me dice que esta película está llena de ... No, no sería cortés reproducir lo que realmente pensé en esta entrada. En su lugar, voy a recurrir a un eufemismo: esta película está llena de vacío.

domingo, 14 de febrero de 2010

Sherlock Holmes

Saludos desde Hong Kong y feliz año nuevo chino. Las dos semanas pasadas en Japón han dado para mucho pero la saturación mental en la que me encuentro me impide expresar en palabras todo lo vivido. Os dejo con la crítica de la semana.

Sherlock Holmes

Acudía al cine a ver esta película siendo un completo desconocedor del imaginario del personaje de Arthur Connan Doyle. Más allá del “elemental, querido Watson” y la serie de animación de Hayao Miyazaki (uno de sus trabajos más mediocres), no sabía nada sobre Sherlock Holmes. Así que me disponía a ver esta película sin prejuicios y lo que vi me gustó.

Guy Ritchie ha creado unos personajes totalmente británicos y victorianos, en el mejor de los sentidos. La dupla formada por Robert Downey Jr. (uno de los mejores actores de Hollywood a pesar de sus adicciones) y Jude Law me recuerda mucho a la formada por Sean Connery y Michael Caine en un clásico indiscutible de la aventura como El hombre que pudo reinar. De hecho, ambas películas tienen bastante en común: contexto histórico, trasfondo místico (masonería por un lado y magia en el caso de Sherlock Holmes) y mucho humor inglés.

La dirección de Ritchie es muy interesante, como en cualquiera de sus películas. En esta obra, uno de los elementos formales empleados más interesantes es el flash forward, el cuál se ha usado muy pocas veces en la historia del cine. En este caso, Sherlock Holmes, en el transcurso de una reyerta (lo cual, para deleite de los fans de la acción, sucede muy a menudo), visualiza una secuencia de golpes en su cabeza para, acto seguido, realizar esa misma secuencia de golpes y noquear al adversario.

La dirección artística de la película es muy destacable. Algunos estamos hartos de tragarnos una imagen de la época victoriana limpia y glamourosa hasta parecer ñoña. No obstante, gracias a directores como Tim Burton y el propio Guy Ritchie, estamos accediendo a un siglo XIX, que aunque estilizado, parece más real que el retratado por cualquier película basada en una novela de Jane Austen. La época victoriana fue la época de la Revolución Industrial, donde la mayor parte de la población trabajaba en antihigiénicas fábricas durante una media de 16 horas al día a cambio de unos emolumentos escasos. Reinaba la pobreza, la suciedad, la picaresca, el romanticismo (como filosofía de vida, no lo que el concepto actual que tenemos de cursilería superflua) y la oscuridad.

Lo más destacable de esta película es, sin ápice de duda, el diseño de los personajes principales. Afirman Jude Law y Guy Ritchie que los personajes de este largometraje son más cercanos a los diseñados por Arthur Connan Doyle y me lo creo. Son unos personajes tan socarrones y bribones como británicos. Unos English Gentleman en toda regla. Parece ser que con Sherlock Holmes ha sucedido lo mismo que con otro gran personaje romántico, el Conde Drácula. A ambos, a lo largo del siglo XX, se les reblandecido y colocado un halo de falsa elegancia que en el momento de su creación nunca tuvieron. Todo lo mencionado provoca en mí un deseo de leer una novela original de Sherlock Holmes y compararla con esta película. No obstante, cualquiera que sea el resultado de esa comparación, este filme es uno muy recomendable y entretenido a pesar de su extenso metraje.


domingo, 7 de febrero de 2010

Inoue Takehiko: The Last Manga Exhibition

Saludos desde Japón, lo más cercano a un Paraíso del Freaky en la Tierra. Acabo de llegar a Tokio, tras pasar unos días en Osaka, Kioto y Hamamatsu. En Kioto visité el Museo Internacional del Manga que, siendo sincero, fue bastante decepcionante. No era más que una biblioteca enorme con algunos dibujos originales colgados.


Inoue Takehiko: The LAST Manga Exhibition

Me encontraba yo por Osaka y me enteré de que había una exposición sobre manga con el título de la entrada de este post. Soy un desconocedor de la obra de Takehiko Inoue, no he leído nunca ni Slam Dunk ni Vagabond, sus obras más conocidas. No obstante, llevaba dos días en Japón y, como todavía no había hecho ninguna actividad otaku, me decidí a ir al Museo Suntory de Osaka. Menos mal que lo hice.

Al entrar ahí me ofrecieron un dossier con traducciones al inglés. Pensé que sería para leer pequeños textos que acompañarían a los cuadros. Cuál fue mi sorpresa cuando, al entrar en el espacio, me encontré con decenas de personas detenidos secuencialmente ante las pinturas. La exposición en sí era una especie de manga “espacial” y cada cuadro equivalía a una página. Las traducciones que yo tenía eran las traducciones de los bocadillos y con este material pude meterme de lleno en la historia que Takehiko me contaba.

La historia estaba basada en el universo Vagabond, y contaba los últimos días del samurai haciendo bastantes flashbacks. Pero, seamos honestos, la historia que se contaba no era nada del otro mundo en sí. El discurso, en cambio, es muy reseñable y abre vías para la narración mediante imágenes.  Cada pintura estaba hecha en distintos formatos y técnicas, prevaleciendo el sumi, el pincel y el lápiz. En algunos casos, es la propia pared del museo la que se convierte en el lienzo sobre el que el mangaka desarrolla su arte. Otras veces, el cuadro, representación de un hombre desfallecido en el suelo, está depositado sobre el propio suelo del museo en vez de colgar de la pared. En otros cuadros, tendremos que tener cuidado si nos acercamos mucho, porque hay elementos tridimensionales que, literalmente, salen del cuadro. Cuando el samurai decide abandonar a la espada y la deja caer, observamos este crucial momento mediante un cuadro apaisado vertical en el que se describe la caída de la espada y, a nuestros pies se encuentra la espada. Y al final, en una escena en la playa, quizás nos olvidemos de que estamos en un museo, ya que el suelo está cubierto de arena blanca.

Este tipo de experiencias son las que provoca este manga tridimensional consistente de 140 escenas y que se puede visitar en Osaka hasta el 14 de Marzo. Si alguno de vosotros, queridos lectores, es tan afortunado de estar cerca de Osaka, hagan el viaje. La experiencia no les defraudará, incluso si no se incluyen entre los amantes del cómic. A la salida de la exposición podrán gastarse sus yenes en un merchandising de la exposición bastante atractivo para que puedan tener un recuerdo permanente del manga más fugaz de la historia (se tarda unos 40 minutos en leerlo y ya jamás podremos volver a revisarlo, a no ser que paguemos la entrada otra vez). Eso sí, todo esto, a precios japoneses: la entrada, 1500 yenes (unos 12€) y la camiseta más barata, por ejemplo, a 3000 yenes (unos 24€).