domingo, 29 de agosto de 2010

Hechizo de Luna (1987)

Que una película utilice una gran canción como "That’s Amore" en su banda sonora ya es razón para que dicho largometraje goce de mi beneplácito. Pero si dicha canción es utilizada en los créditos de inicio, el efecto ya es superlativo. Dicha película pasa automáticamente a una lista de películas especiales que hacen que te sientas bien desde el primer al último fotograma. A lo mejor dicha película no es una obra maestra, pero da igual, esa canción ya ha provocado que vea esa película con otros ojos. Y sí, la película tendrá sus defectos, pero si el realizador decide terminar también con esta obra maestra del inmortal Dean Martin, dichos defectos desaparecerán de mi memoria. Así es Hechizo de Luna.



El filme dirigido por Norman Jewison narra cómo Loretta (sorprendentemente bien interpretada por la cantante Cher), una prematura viuda italo-americana decide volver a casarse con Johnny, un cuarentón inmaduro al que Loretta trata más como un hijo que como un amante. Esa misma noche, Johnny viaja a Italia para despedirse de su madre moribunda, pero antes de hacerlo le pide a Loretta que invite a la boda a su hermano Ronny (Nicholas Cage), con el que lleva 5 años enfrentado. La caprichosa fortuna, o la mágica luna llena hará que Loretta y Ronny se enamoren perdidamente.

Hechizo de Luna es una comedia romántica repleta de pequeños momentos memorables. Esos momentos son los propios de la vida cotidiana de una familia italiana normal en Nueva York. Que sí, que la Mafia es muy interesante y tiene un encanto especial, pero no todos los italo-americanos están en ella (la mayoría se mantienen al margen). Aún así, las tradiciones de la familia italiana, en contraste con la veloz sociedad de Nueva York, provocan momentos muy interesantes y más cómicos todavía. No es casualidad que el guión se llevara un Oscar.

Las interpretaciones son un elemento a destacar, tanto en lo positivo como en lo negativo. Cher, de origen armenio, pasa perfectamente por italiana y su acento está muy logrado, a pesar de haberse criado en California. De hecho, su excelente interpretación le valió una codiciada estatuilla. Olimpia Dukakis, que interpreta a la madre de Loretta, también se llevó un Oscar a la mejor interpretación de una actriz secundaria. En el polo opuesto se encuentra Nicholas Cage, en uno de los peores papeles que le he visto. Siempre me ha sorprendido la fama de mal actor que persigue al “sobrino”. No es que sea un actor genial, pero las películas en las que ha participado en los últimos 10 años las ha soldado con un aprobado la mayoría de las veces. No obstante, creo que esa mala fama se la ha ganado en los inicios de su carrera gracias a nefastas interpretaciones como esta.

Si en una de estas noches de verano la luna se esconde y las terrazas de los bares no le parecen atractivas, póngase esta película. Le aseguro que después de verla se verá invadido por un bienestar misterioso, y es que, cuando la luz de la luna te golpea el ojo como una gran pizza…

lunes, 23 de agosto de 2010

Solo ante el peligro (1952)

Si hablamos de Solo ante el peligro hablamos de una de los largometrajes más eficientes de la historia. Entiendo por eficiente la capacidad de desarrollar una trama y provocar el máximo de emociones en el espectador con el menor metraje posible. Este western dirigido por Fred Zinnemann es capaz de provocar empatía por el personaje principal (interpretado por el mítico Gary Cooper) a la vez que asco por la ciudad a la que dicho personaje se siente obligado a proteger. Pero por encima de todo, lo que se siente al ver esta película, sobre todo en el último acto, es tensión. Siempre se habla de Hitchcock como el maestro del suspense en el cine clásico, pero me parece que la utilización que  Zinnemann hace de este elemento es la cumbre de esa técnica narrativa en el periodo clásico.

Esta película del Oeste, ganadora de cuatro Oscars (actor principal, montaje, banda sonora dramática y canción), cuenta la historia del día de la boda del Mariscal Will Kane casi en tiempo real. Poco después de casarse con Amy (la siempre impresionante Grace Kelly), un Will Kane que ha renunciado a su trabajo debido a las convicciones religiosas de su mujer (era cuáquera, y como tal, no cree en la violencia), se entera de que el delincuente Frank Miller, supuestamente condenado a muerte, se dirigía a la ciudad para saldar cuentas con el mariscal. ¿Qué tiene Miller contra Kane? Un gran resentimiento ya que Kane fue el que atrapó a este notorio forajido. Desoyendo el consejo de sus amigos, Kane decide quedarse en el poblado ya que su sustituto no llegará hasta el día siguiente. Con unos cuantos hombres, Kane se siente más que capacitado de controlar la situación. El problema es que, después de cinco años de gran servicio para con la comunidad, esta le da la espalda y nuestro querido pistolero se ve sólo ante cuatro bandoleros.



Uno de los aspectos más interesantes de esta película es el tiempo. La película tiene un metraje de 84 minutos, y la historia dura más o menos lo mismo. Cuando Will y Amy se casan, es un poco antes de las 11 y el tren en el que llega el forajido llega a la ciudad a las 12 del mediodía. Estos detalles son evidentes al espectador gracias a los importantes primeros planos del reloj que Zinnemann se encarga de seleccionar de vez en cuando. Obviamente asistimos en ciertos momentos a una dilatación o contracción del tiempo, pero lo que queda bastante claro, es que no hay ninguna elipsis en el relato. En este sentido, el uso del montaje alterno es capital para que el filme funcione. No es extraño que el montaje le valiera una estatuilla a esta producción de Stanley Kramer.

Como tampoco es extraño que la genial partitura del ucranio Dimitri Tiomkin se llevara dos estatuillas. La canción “The High Noon”, que ganó el premio a mejor canción, es la base sobre la que se sustenta toda la banda sonora. Tiomkin es capaz de utilizar la melodía principal de esta balada como un muy recurrente leitmotiv sin cansar al espectador. Esta gran composición, unida al gran trabajo de los montadores Elmo Williams y Harry W. Gerstad, ayudan a construir una de los mejores montajes que yo he visto en la última parte del filme. Amigos lectores, no se me ocurre mejor manera en la que invertir 84 minutos de su vida que con esta obra maestra. 


domingo, 15 de agosto de 2010

Qué bello es vivir (1946)

Cuando hablamos de Qué bello es vivir hablamos posiblemente del largometraje que posee la última escena más catártica de la historia del cine. Resulta casi imposible comentar dicha escena sin revelar detalles de la trama que fastidien la película a aquellos lectores que no la hayan visto todavía. No obstante, diré que la felicidad que siente George Bailey (James Stewart) al final de la película al darse cuenta de lo bello que es vivir (el reconocimiento o anagnórisis de la que hablaba Aristóteles en La Poética) es muy contagiosa.



George Bailey ha sido siempre el chico bueno al que le ha tocado sacrificar sus ambiciones a favor de los deseos de los demás. Él es el buen samaritano que sería capaz de concederte su chica si sabe que tú la amas la mitad de lo que él la ama y que le vas a dar una mejor vida. Y así es como, George, que siempre ha tenido un objetivo muy claro en la vida (el viajar y dedicarse a construir edificios por todo el mundo), tendrá que ver cómo todo el mundo consigue sus objetivos gracias a que él, precisamente, no consiga los suyos. Así no se irá de viaje para hacerse cargo de la financiera que su padre regentaba y de esa manera asegurarse de que la clase obrera de su ciudad pueda seguir teniendo un nivel de vida aceptable. Más adelante, tendrá que renunciar a su viaje de bodas a causa de una crisis financiera, haciendo los préstamos de su propio bolsillo, acabando con todas las posibilidades de salir de la ciudad que tanto le oprime.

Pero todo tiene un límite, hasta la resignación de George. Cuando después de ser el que ha tenido que pringar por todos, la mala suerte se ceba contigo, es muy fácil perder los papeles. Suerte que Dios y San José, que todo lo miran, envían a un ángel a la Tierra para salvar a George. Es muy curioso cómo al principio de la película, se resuelve el diálogo entre Clarence, el ángel, Dios y San José con un plano del espacio exterior. Así, Dios sería una constelación, San José otra y Clarence una pequeña estrella. Cada vez que habla uno de estos personajes, la intensidad lumínica del cuerpo celeste que los representa aumentará al ritmo del parlamento. Este es un recurso semiótico que aplaudo por su originalidad y eficacia.

La estrategia del ángel se basa en enseñarle a George cómo sería la vida de sus conocidos si él no hubiera nacido. Es curioso cómo todos los gurús de la sociología moderna no se cansan de hablar del poder de las redes sociales como si fuera algo nuevo. La tesis de todos estos comunicólogos dice que todos estamos más relacionados de lo que pensamos y que no somos conscientes de hasta qué punto influenciamos y somos influenciados. Bueno, la tesis de Frank Capra, director y uno de los coguionistas de esta obra es la misma, aún cuando en esa época no había Internet, ni mucho menos facebook.

Qué bello es vivir es una película de Navidad con un marcado mensaje cristiano y una moralina que puede repeler a muchos. Por supuesto que, como toda la filmografía de Capra, trata de anestesiar el malestar de las clases trabajadoras americanas y perpetuar el sueño americano. En cierto modo, se puede considerar que el cine de Capra es propagandístico y quiere inculcarnos la idea de que el sufrimiento de los seres humanos en la Tierra no es tan grande como pensamos y que agradezcamos que estamos vivos aunque nuestra vida sea una mierda. Todo una defensa hacia el conformismo que no comparto pero que sin embargo ha provocado que en pleno mes de Agosto me emocione con una película de Navidad. Además, creo que me he enamorado de Donna Reed.


lunes, 9 de agosto de 2010

Origen (2010)

Esta es, con permiso de Toy Story 3, la película del verano. Una cosa queda clara: es, por aceptación de crítica y público, la película de imagen real de lo que llevamos de año. Notoria es su apuesta por el cine con pocos efectos digitales (aunque repleta de efectos especiales hechos a la antigua) y por su proyección en 2D. Después de Avatar, parece que el mercado se decantaba por proyectar las superproducciones en 3D, pero si nos fijamos en las películas más taquilleras de este año, nos daremos cuenta de que, excepto Toy Story 3 y sus 895 millones de dólares (es normal que una película que se ha creado en 3D se proyecte en 3D), las que le siguen a la zaga son Eclipse con 650 millones, Iron Man 2 con 620 millones y Origen, que ya lleva 477 y seguramente llegue o supere los números de la última entrega de la saga de Crepúsculo.



Pero, ¿qué tiene una historia totalmente original (es decir, concebida desde cero, no como Toy Story 3, Eclipse o Iron Man 2) como Origen para atraer tanto la atención del público? Para empezar, tiene un gran departamento de publicidad que ha sabido vender la película a través del entorno 2.0. Lo segundo, y más importante a la hora de vender la película, es que es una obra de Christopher Nolan, posiblemente el mejor director en Hollywood de lo últimos cinco años. De hecho, la reputación de Nolan es tal que en Cahiers du Cinema ya le critican sus películas desde la teoría de autor, título que raramente le confieren a un realizador de blockbusters. Pero por encima de todo, Origen tiene un guión que no deja indiferente a nadie. Un guión que, cómo Matrix, contiene mucha información y acepta (me parece) varios visionados, debido a la velocidad a la que viajan esos datos. De hecho, parece cómo si Nolan no hubiera vivido los últimos 11 años, ya que su película es digna heredera del espíritu Matrix. Cómo tal, Origen no sólo reflexiona sobre lo que es real y lo que no (la ontología), sino que reflexiona sobre el mismo cine en cuanto que representación de la realidad. De hecho, la comparación entre el cine y los dominios de Morfeo es tan vieja cómo el propio cine.

Dom Cobb, interpretado por Leonardo DiCaprio (con cada película que rueda me gusta más), se dedica a entrar en los sueños de las personas para robar ideas. Se puede decir que en la diégesis propuesta por Nolan, aquellos con el talento para entrar en los sueños de las personas son los espías industriales de la máxima categoría. No obstante, lo que desencadena la trama de Origen no es un robo, sino más bien al contrario, una implantación. Cobb y su equipo son contratados para depositar una idea en el cerebro de una persona. De alguna manera, Cobb y su equipo son cineastas cuyo cometido es contar una historia cuya moraleja se asiente en el subconsciente de su único espectador. De hecho, el equipo necesita una arquitecta que se encargue de lo que en la industria cinematográfica se ha dado en llamar Diseño de Producción.

El guión de Origen tiene todos los elementos fundamentales de las grandes narrativas clásicas: un héroe con una hamartía (una falta en terminología aristotélica), cierto grado de mesianismo y una catarsis que puede que no sea tan purificadora como debiera. Aparte de todo esto, el libreto de Nolan parece un gruyer por la cantidad de agujeros que tiene, pero hasta un segundo visionado, no me atrevo a calificar dichas inconsistencias como errores o como licencias perfectamente ejecutadas. Una cosa es cierta, se me ocurren muy pocas cosas que hacer en dos horas y media que superen el visionado de esta muy interesante obra.  

domingo, 1 de agosto de 2010

Las tres noches de Eva (1941)

Hay algo que no me termina de convencer de la screwball comedy, ese género de comedia de enredo en la que se sitúan casi todas las películas cómicas producidas en Hollywood en la década de los cuarenta. No estoy seguro, pero me parece que lo que no me termina de convencer es la “inteligencia” de dicho sentido del humor. Es un género donde no encontraremos el típico y efectivo “caca, culo, pedo, pis”. Tampoco encontraremos muchas referencias sexuales, y las que encontremos estarán ocultas bajo el maquillaje de los dobles y triples sentidos. Todas las screwball comedies tienen una historia de amor como motor narrativo y, para mi primitivo sentido del humor, es necesario que la montaña rusa emocional de una pareja venga acompañadas de chistes sexuales explícitos y, si puede ser, soeces. Llamadme lo que queráis, pero es que cualquier película de Judd Apatow me hace muchísima más gracia.



Las tres noches de Eva, dirigida por Preston Sturges, no es una excepción. Sus 94 minutos de metraje no me provocan más que unas cuantas sonrisas que se pueden contar con los dedos de una mano. Y eso que cuenta con un elenco maravilloso capitaneado por Barbara Stanwyck y Henry Fonda. La historia, que fue nominada al Oscar, es la siguiente: Charles, un científico heredero de una fortuna, se enamora de Jean, una chica que se dedica a buscar a ricachones y enamorarlos mientras su padre les estafa jugando a las cartas. El problema es que en esta ocasión, Jean también se enamora de Charles. Todo esto sucede en un barco que va desde Sudamérica a Nueva York, y justo antes de que la feliz pareja desembarque, el idilio se verá truncado.

El personaje de Jean es uno de las femme fatale más terribles que he visto nunca en el cine. No ha pasado a la historia y no está a la altura de Gilda o del papel encarnado por Rita Hayworth en La dama de Shanghai, pero la sed de venganza de Jean, sumada a la exasperante estupidez de Charles la convierte en una mujer aterradora. La indefensión de Charles ante su enemigo es simplemente demasiado para mí.

Formalmente, esta película no destaca ya que sigue los patrones del estilo clásico a rajatabla. No obstante, los títulos de crédito de inicio son bastante modernos, e incluyen una animación bastante simpática, algo que se aleja mucho del típico cartel de los filmes de la época. También hay un sumario interesante al final del segundo acto que relata los preparativos de una boda. Pero si por algo resulta interesante el visionado de esta obra, es para comparar los inicios de las relaciones sentimentales en los Estados Unidos de los cuarenta con cómo se hacen y se deshacen las parejas en el mundo occidental de ahora.