Supongo que como para cualquier persona que se ha criado en España, el béisbol me es un deporte extraño y aburrido. Ni siquiera el hecho de haber vivido en Estados Unidos o Corea del Sur ha despertado en mí un interés por este deporte. Pero por muy aburrido que a mí me parezca este deporte, lo cierto es que muchas personas lo consideran el mayor espectáculo, y las historias a su alrededor han servido de inspiración para muchos artistas. Los cineastas de Hollywood, siempre ávida de historias que produzcan beneficios, no han sido excepción, y han producido un número de películas al respecto que me parece excesivo si las comparamos con las que se han hecho sobre otros deportes de masas.
Una de estas películas, totalmente prescindible, es Campos de Sueños, de Phil Alden Robinson. En esta película, un granjero obsesionado con el béisbol, interpretado por Kevin Costner, decide sacrificar unos productivos acres de terreno para construir un campo para jugar al deporte que más le gusta a los cubanos. ¿Por qué comete Ray, que así se llama el granjero, esta locura? Bueno, pues porque a pesar de no estar loco, oye una voz que le dice que lo haga para que “él venga”. No sabiendo quien “él” es, construye el campo y, justamente cuando se plantea retornar el terreno al estado original, el fallecido jugador Shoeless Joe Jackson aparece para pasar el rato en el diamante. Pero aquí no termina la historia, porque una vez que el campo se convierte en la cancha habitual de una plantilla de fantasmas, Ray vuelve a recibir órdenes de la misteriosa voz.
Suponemos que Kevin Costner (por cierto, ¿dónde demonios se ha metidos?) debe de ser un fanático del deporte del bate, pues justamente un año antes del estreno de esta película, rodó la también olvidable Los búfalos de Durham, que se adentraba en las entrañas de las ligas menores con cierto maniqueísmo. Pero esta película no solo sedujo a uno de los mejores actores de la segunda mitad de los ochenta, sino que también resulto del agrado de la Academia, la cual la nominó a tres estatuillas, una de ellas por Mejor Película. Obviamente, no se llevó ninguno de los premios a los que optaba.
La película, que lejos de ser aborrecible, apenas llega al 5, es un drama con pinceladas de fantasía y béisbol que, si destaca por algo, es por su sensiblería. Esta exageración se ve aumentada por la excesiva grandiosidad de la banda sonora de James Horner, que también recibió una nominación. Por lo menos la narrativa es fluida y la película no aburre y eso ya es bastante. Si usted es un amante del béisbol y su mitología, es muy posible que disfrute mucho de este largometraje, pero si no lo es, le sugiero que se dé un paseo por la playa y verá cosas más interesantes.