jueves, 10 de septiembre de 2009

Sicko

Michael Moore hace algo nuevo. Aunque lo cataloguemos de documental, su propuesta no es exactamente esa y aunque a sus defensores les pese, su propuesta es más cercana al docudrama o al mockumentary. Estos formatos hace tiempo que se hacen, pero Moore lo hace de otra manera. Se puede decir que Michael Moore es el Michael Bay del cine no narrativo.

Como en las últimas películas en las cuales ha gozado de un prestigio y, sobretodo, un presupuesto muy superior a la media de los documentales, Sicko es una cinta fundamentalmente entretenida (como todo el cine de Bay). Es un circo donde cualquier cosa puede pasar, no porque la realidad sea tan extravagante, sino porque Moore puede crear esa realidad. Y no tiene que ser forzosamente mediante el montaje que, dicho sea de paso, es una de las técnicas más legítimas de manipulación intelectual que existen. Michael Moore tiene los medios de traer a varios americanos a Cuba, acercarlos a la base de Guantánamo y, pocos segundos discursivos después, presentarlos en Cuba. En el momento en que un documentalista consigue eso podemos dejar de llamarle documentalista. Quizás su profesión sea más cercana a la de los ideólogos de los reality shows…

No obstante, Sicko me ha emocionado. Quizás lo ilegítimo de las películas de este simpático gordinflón sean los prejuicios que nosotros tenemos hacia él y cómo lo encasillamos. Pensamos que al no seguir un esquema narrativo al uso, al aparecer en cámara, al tener a los personajes (que no testimonios) hablando a cámara, etc.; la película que vemos captura la realidad (esta ha sido la estratagema en la que se han sustentado los realities) y no es así. Al menos no estrictamente.

Sicko es, en realidad, una comedia romántica con tintes de denuncia social. El mensaje en realidad reivindica el amor no entre una pareja heterosexual de personas de buen ver, sino el amor entre seres humanos. Cuando se es capaz de percibir esta faceta de la película, dejan de importar los montajes (algunos hilarantes como cuando los americanos piden a gritos que les dejen entrar en Guantánamo), las carencias deontológicas y el circo porque lo que expresa el filme de Moore es una VERDAD hecha de pequeñas mentiras, como cualquier buen filme narrativo. Me quedo con una frase que uno de los personajes disfrazados de testimonio (aunque sean testimonios de verdad, lo cual no me queda claro, el tratamiento de Moore es de personaje) le dice a otro personaje: “Don’t hesitate to hug a brother (No dudes en abrazar a un hermano)”. Desde mi punto de vista, toda la mentira de Moore tiene sentido sólo por el momento de la cinta en el que aparece esta frase, y esto lo digo aún siendo consciente de que la situación roza el absurdo.

1 comentario:

Sergi T. dijo...

Moore puede ser admirado por su empeño en hacer ruido en medio de un país en el que un mínimo murmullo ya molesta, pero de ahí a apreciar sus "documentales" va un trecho.

Es más, pongo en duda el concepto de documental aplicado al cine de Moore y creo que lo que hace no es más que una provocación filmada con un estilo más cercano al de un programa de tocapelotas como CQC que a la de cualquier documental-social-denuncia que podamos encontrar. Lo malo es que a mi CQC me hace gracia y Moore me cae gordo (sin chistes).

Sin embargo, pese no interesarme sus trabajos, el empeño de Moore se hace notar y ahora mismo, guste o no, es quien más da que hablar en un país donde, por lo que está visto, solo puedes hacerte llamar la atención mediante la provocación.