domingo, 18 de julio de 2010

Dos hombres y un destino (1969)

Si por algo es injustamente recordado este western crepuscular es por Raindrops keep fallin’ on my head, magnífica canción interpretada por B.J. Thomas. Este largometraje es mucho más que esa canción, si bien la música es uno de sus elementos más destacados. Una de las cosas que menos me gustan de los western es su música diegética, que suele ser country, un género por el que no siento ninguna simpatía. Salvo en ocasiones contadas como en La ingenua explosiva o en Río Bravo, la inclusión de este género músical en el género por excelencia del cine clásico siempre me ha molestado. No es casualidad que las películas que he mencionado antes contaban con artistas ajenos al country como Nat King Cole y Dean Martin, respectivamente, y que quizás por eso los temas entraban mejor. Por otra parte, la música extradiegética del western suele respetar los cánones de la banda sonora épica de Hollywood. Dos hombres y un destino rompe con esta concepción y utiliza un smooth jazz muy cercano al rythm and blues para su música extradiegética. Huelga decir que dicha ruptura de las convenciones entra como la seda y que, cuando esto sucede, solemos encontrarnos ante una gran película.



Los dos hombres son Butch Cassidy (Paul Newman) y Sundance Kid (Robert Redford), dos forajidos en el Salvaje Oeste Americano de finales del siglo XIX. Y su destino, robar bancos y trenes y después escapar de sus perseguidores, que son muchos y muy testarudos. Butch Cassidy es un listillo y planifica los atracos, mientras Sundance Kid es uno de los mejores pistoleros de la región. Si los títulos iniciales de la película son ciertos, casi toda la historia está basada en una historia real.

Formalmente, esta película destaca también por su lenguaje visual. La película empieza con una paleta cromática sepia y con primeros planos y planos detalles muy cerrados, lo cual es una ruptura con el género, muy proclive a los planos generales panorámicos (estos tendrán también mucha importancia en determinados tramos del largometraje). Cuando los planos son muy cerrados, el director ha de optar por un montaje rápido o por una cámara que sigue a los personajes. El director George Roy Hill opta por lo segundo, lo cual también puede interpretarse como un desafío a las normas. John Ford, el maestro del western decía que no le gustaba mover la cámara porque hacerlo recordaba al espectador que había una cámara entre él y la historia.

Después del prólogo, en el que se nos muestra el talento de Kid con la pistola y que Butch Cassidy es el que piensa, la imagen cambia de forma progresiva, pero rápidamente, a color. Se mantendrá así hasta un poco más allá de la mitad del metraje, donde el tono sepia nos dará a entender que estamos viendo el sumario de un viaje. Al llegar los protagonistas a su destino, el color volverá para marcharse en el último plano del filme y volver a dejar paso a la imagen sepia.

Dos hombres y un destino es una película muy recomendable, que se saborea más si se tiene una cierta cultura de western (haber visto una película de John Ford por lo menos y un par de películas de vaqueros más es suficiente) para poder apreciar las novedades formales. Tiene un suspense muy trabajado que hará que te quedes sin uñas. La banda sonora es sensacional, pero también lo es la película.

4 comentarios:

Sergi T. dijo...

Bien, ahora puedo escribir.

Supongo que no te has olvidado del verdadero dueño y señor de la música de western: Ennio Morricone.

Aunque a día de hoy sus melodías se relacionen rápidamente con el género, todo buen conocedor del mismo sabe que en su día fueron rompedoras y demoledoras.

Por cierto, me gusta tu observación sobre conocedores del western. Y es que, posiblemente, ha sido el género que más juego ha dado en la historia del cine. Nada que ver un clásico de Ford con un spaghetti de Leone o con un violento de Peckimpah y, sin embargo, todo es western.

Tengo una reflexión sobre todo esto a medio escribir que espero publicar algún día. Creo que además de ser uno de los más interesantes en cuanto a constante renovación es uno de los más maltratados. ¡Viva el western!

Enric Viñals dijo...

Western...western crepuscular...en este país la definición al uso ha sido- ¡Una de tiros! - por muchos años. Ya con la cultura democrática aprendimos a decir - una del oeste- pero es cosa de gente fina. Por cierto, no te pierdas " Sillas de montar calientes" (Blazing Saddles)de Mel Brooks.

Toni Faus dijo...

No soy muy cinéfilo, pero a mí me gustó mucho la película y su canción pegadiza. Totalmente de acuerdo en su recomendación.

Luis dijo...

Cada vez estoy más convencido que para nosotros, generaciones que hemos vivido siempre con la tele, el cine y el audiovisual en general, el western es una especie de mitología griega, llena de arquetipos, parábolas, instintos y comportamientos primitivos y en general, buenas historias de aventuras donde aprender lecciones vitales.

Bueno, claro, y además los indios y vaqueros se lían a tiros, pero eso, también lo contaban los griegos.