domingo, 11 de octubre de 2009

Festival Internacional de Cine de Pusan, Corea del Sur: La cronica

El Festival Internacional de Cine de Pusan continúa aunque nosotros nos hemos visto obligados a disfrutar solo del primer fin de semana. En total, hemos visto 7 largometrajes en 3 días. Unos de gran calidad y otros totalmente deplorables. La sensación general que nos provoca el festival es que es un gran evento, a la altura de las grandes citas internacionales y que tiene un catálogo de más de 300 películas para todos los gustos. Retomando el apunte que dejamos la semana pasada sobre el impacto del cine en español en Asia, diremos que Paraíso del Freaky fue el único medio de comunicación en español desplazado al festival. Aunque somos conscientes de que este festival coincide con una fecha tan importante como Sitges, reafirmo mi opinión: El mundo hispano debe dejar de dar la espalda a Oriente y asumir que es un mercado tan válido como otro cualquiera y que, no lo olvidemos, es el motor de la supuesta recuperación económica.

El primer día fue caótico. El festival tiene cinco sedes, algunas de ellas bastante lejos las unas de las otras. Después de hacer una ronda de reconocimiento por todas las instalaciones, nos dispusimos a conseguir las entradas. Aquí vino el primer chasco del día: The city of life and death, flamante ganadora de San Sebastián, tenía el aforo completo un día antes de su proyección. Conseguimos nuestra entrada para la única película que veríamos ese día, ya que las proyecciones de la sección Midnight Passion estaban agotadas también.

La película que vimos fue Yatterman, de mi admirado Takashi Miike. Pero antes de hablar de la película en sí, hablaré de en qué condiciones disfruté de su visionado. En el ticket ponía que la proyección se realizaría en un teatro al aire libre y que habría un concierto antes de la película. Lo que más nos preocupaba era la hora de la proyección. A las 19:30 puede hacer bastante frío para ver una película al aire libre. Llegamos al recinto y nos encontramos ante una atmósfera más propia de un festival de música que de un festival de cine. En el recinto había unas 10000 personas disfrutando de los productos de laboratorio musical típicos de la industria musical coreana (una industria definitivamente lamentable y vomitiva). El concierto duró una hora y ante nuestros ojos desfilaron seudoartistas que carecen de cualquier interés para los distinguidos lectores de este blog. Sólo voy a decir que al lado de esta gentuza, Justin Timberlake es Serrat. Entre actuación y actuación, se utilizaba la pantalla gigante para proyectar spots de televisión. Después de soportar los gritos histéricos de preadolescentes con las bragas húmedas, se terminó el concierto, se vació el recinto prácticamente, y comenzó la película, que era a lo que habíamos venido. Esta iniciativa hubiera sido resultado interesante si la gente se hubiera quedado a ver la película, pero me parece que resulta siendo contraproducente, ya que de hecho, este tipo de evento no acerca el cine a la gente. Este evento provoca que los que de verdad hacen que el festival sea posible, los espectadores cinéfilos, se cojan un cabreo considerable por perder tiempo ante unos mentecatos que no saben distingir un Do de un Sol.



Miike es un referente obligado para cualquier freaky y nunca decepciona. En este caso presentó Yatterman, una adaptación de una serie de animación de los años 70, dentro de la sección Open Cinema. Lejos de querer adaptar los códigos semióticos de la animación al lenguaje de la imagen real, Miike se propone exagerar esos códigos para crear una parodia deliciosa muy subida de tono. La primera consecuencia de esta apuesta es que el espectador puede tardar mucho en saber en qué terreno de juego se encuentra y meterse en la historia. Los espectadores más conservadores posiblemente jamás se lleguen a meter, lo que explica el gran número de personas que abandonó la proyección transcurridos 10 minutos. La trama, que es deliberadamente mala y cargada de convencionalismos, sirve como vehiculo conductor de unos sketches excelentes. Todo esto viene acompañado de un estilo visual apabullante que jamás apuesta por el realismo y que se inspira en míticas series como Bioman o Power Rangers. Como en casi todas sus obras, Miike vuelve a excederse con el metraje, aunque el frío que empezaba a calar en mis huesos quizás tenga mucho que ver con esta percepción.



En el segundo día pudimos ver tres filmes. La primera película fue Tears, un drama con tintes de thriller (¿o se tratará de un thriller dramático?) de nacionalidad taiwanesa que se presentaba en la sección A window on Asian Cinema. El director Wen-Tan Cheng comienza el largometraje con un arranque poderosísimo, cargado de una violencia consentida que sobrecoge al espectador. Por desgracia, el ritmo de la cinta decae después del intenso inicio, aunque deja cosas bastante interesantes que analizar. Sin ningún tipo de duda, lo mejor de la película es su protagonista, un policía corrupto que acepta su rol en el mundo con estoicismo y que lleva más de 10 años sin llorar. Visualmente, la película tiene un montaje y unos encuadres interesantes, aunque las transiciones entre escenas no están al nivel.



Un error a la hora de recoger las entradas propició que la segunda película del día fuera una que no tenía ningún interés en ver: la italiana Rumore Bianco. Esta película de género o formato inclasificable, más cercana al video arte que a cualquier otra disciplina audiovisual, formaba parte de la sección Wide Angle. Se trata de un poema visual dedicado a una región del norte de Italia. Esta película me hizo reflexionar sobre cómo el público cambia el chip en grandes eventos como este festival. Un producto cuya premisa es muy poco vendible incluso para televisión, contaba con una sala totalmente llena en la que incluso había niños (los cuales muy posiblemente se aburrieron mucho). Visualmente, la cinta está repleta de encuadres y movimientos de cámara interesantes que, desgraciadamente, una vez editados, no consiguen formar un discurso que comunique alguna idea.



La última película del día fue un anime. Para alguien que, como yo, no está nada acostumbrado a ver animación japonesa en pantalla grande, la experiencia resultó una gozada. La película en cuestión era Mai Mai Shinko to Sennen no Maho, de Sunao Katabuchi y estaba dentro de la sección Ani-Asia!: A leap of Asian Feature Animation. La película, aunque ha sido producida por Mad House, está más en la línea de Ghibli. De hecho, el mismo Katabuchi ha sido Ayudante de Dirección de Miyazaki. Este largometraje es un ejercicio delicioso de surrealismo infantil, situado en el Japón de la Posguerra. A pesar de estar situado en un contexto muy determinado, la historia que se cuenta es la de cualquier niño que vaga con su pandilla por las inmediaciones de su casa, ya sea en el campo o en el barrio, coloreando la gris realidad con su imaginación.


El tercer y último día del festival para nosotros (recordemos que el festival continúa hasta el 16 de Octubre) comenzó con la mejor película que he visto en pantalla grande en mucho tiempo. Se trata de Líbano, rutilante ganadora del León de Oro en Venecia. El largometraje israelí, encuadrado en la sección World Cinema, no intenta manifestar una opinión política y eso es un plus. Simplemente, el director Samuel Maoz se limita a utilizar un contexto de sobra conocido para relatar una historia sobre la guerra, el miedo, el aislamiento y la claustrofobia. La película narra las desventuras de unos militares israelíes en un tanque. Como en la genial y atemporal La ventana indiscreta, el exterior del tanque sólo es visto a través del visor del mismo, y en última instancia, a través de los personajes. El interior del tanque es sobrecogedor, gracias a la gran labor del director de fotografía y del diseñador de producción. En resumen, una genial historia sin buenos ni malos, sino personajes derrotados por las circunstancias que les rodean.



La segunda película fue la colombo estadounidense Entre nos, dirigida por Gloria La Morte y Paola Mendoza. Como Líbano, se encuentra dentro de la sección World Cinema. La cinta narra las vicisitudes de una familia colombiana sin recursos en Nueva York. El metraje está repleto de clichés y elementos comunes en el cine de temática social latina. No obstante, el último fotograma del largometraje le añade un valor añadido y salva a la película del suspenso. El último cartel de la película explica que el personaje protagonista es la madre de la directora Paola Mendoza y que la película ha sido una especie de terapia para entenderse a sí misma. De este modo, recibo la respuesta a la pregunta que me he venido haciendo durante todo el metraje: “¿Por qué es interesante esta historia que se ha contado ya varias veces y de mejores maneras?” Simple y llanamente, esta película es interesante porque es una autobiografía brutalmente honesta. No quiero terminar el comentario sin destacar el gran trabajo de los niños actores y de las directoras para conseguir un resultado excelente en la interpretación.



La última película del festival era, junto con la de Miike, la que más ganas tenía de ver, y seguramente por eso, fue la más grande decepción. La japonesa-coreana Higanjima, de Tae Kyun Kim, se estrenaba mundialmente dentro de la sección Midnight Passion. Se trata de una adaptación en imagen real del manga homónimo de Koji Matsumoto. La premisa es interesante: una isla de Japón está infestada de Vampiros y un pequeño grupo de resistencia armado con catanas les planta cara. Después de un arranque espectacular, con una violencia exquisita, la película cae en los mismos tópicos que Yatterman, con una salvedad. Mientras en la obra de Miike se utilizaban estas convenciones para parodiarlas, en la obra de Kim se cae en ellos de manera involuntaria, y lo que deberían ser secuencias cargadas de dramatismo, se convierten en carcajadas de la audiencia. La penoso es que a la tercera frase estúpida la cosa deja de tener gracia, y te pasas el resto de metraje maldiciendo al director por desperdiciar una premisa tan suculenta para hacer una gran película. Y no hablemos de los numerosos errores de guión, que me está saliendo la bilis por la boca…



Con este gusto amargo terminó el festival para Paraíso del Freaky, aún así, basta recordar películas tan interesantes como Yatterman, Mai Mai Shinko to Sennen no Maho o Líbano para recuperar la sonrisa.

2 comentarios:

Sergi T. dijo...

Acercarme al cine de Miike me da cada día más pereza. No quiero ensar que sólo Ichi the Killer merece la pena (y mucho) en toda su (extensísima) filmografía...

La película de animación con título largo pinta muy bien. Veremos si llega a estas tierras.

Líbano tengo que ir a verla cuando salga.

Y respecto a la última... el cine oriental siempre ha sabido rodar idas de olla de ese calibre pero es cierto que en los últimos años algo está fallando y muchas propuestas que a priori son interesantes se pierden a los pocos minutos de metraje, convirtiéndose en verdaderas obras soporíferas y de dificil aguante.

Felicidades, compañero. Algún día tenemos que ir a Sitges y dejarnos de gafapastadas...

Marziano dijo...

¡Gran crónica! Tengo muchas ganas de ver "Libano", un pais y una guerra que me es muy cercana: Mis origenes, mi familia,he visitado el pais en varias ocasiones...