sábado, 23 de enero de 2010

Los Soprano

Estas últimas semanas hemos tenido las nominaciones de los Goya por un lado y la entrega de los Globos de Oro por otro. Sorprendentemente, en España hemos hecho las cosas con mejor criterio que en Estados Unidos. Mientras allí le han dado el Globo de Oro a la mejor película a la sobrevalorada Avatar (que según dicen algunos, no aguanta un visionado en 2D), en España le han dado 16 nominaciones a la maravillosa Celda 211. Lo único que lamento de las nominaciones es que Pagafantas no se haya llevado más reconocimientos.


Los Soprano


Hace unos días, un hecho dramático sucedió en mi vida, terminando con lo que ha sido un elemento bastante importante de mi día a día. Mientras sonaba el maravilloso tema “Don’t stop believing” de Journey, un hombre fue al baño de un restaurante y una joven entraba apresurada en el restaurante.

Negro. Silencio. Créditos.

Así termina la mejor serie de la historia de la televisión. Así terminan 5 meses en los que, al irme a dormir (en ese espacio de tiempo que las personas ocupadas utilizan para meditar y reflexionar sobre sus vidas) pensaba en los problemas del bueno de Tony en vez de en los míos. Se puede decir que estaba obsesionado. Tony Soprano representa los instintos que muchos de nosotros reprimimos. Tony Soprano es libertad.

La moral judeocristiana ha inculcado en nosotros la obligación de reprimir los instintos y los sentimientos. Bajo el lema “no somos animales”, el ser humano ha establecido un sistema que se ha dado en llamar “sociedad”, basado en la represión de determinados instintos. Yo, bajo el lema “no somos robots”, rompo una lanza a favor de personajes como Tony Soprano. El simpático gordinflón interpretado por James Gandolfini es etiquetado como psicópata por su psicóloga (la siempre sexy Lorraine Bracco) y aún así, me parece que Tony es tan humano o más que su terapeuta. Al fin y al cabo, lo único que hace es follar cuando quiera y con quien quiera; comer lo que quiera y donde quiera. En definitiva, hace lo que quiere. Sí, es cierto que también asesina o parte las piernas a quien quiera, pero eso también es parte de la naturaleza humana. ¿Acaso ninguno de vosotros, bondadosos lectores, nunca ha sentido la necesidad de colocar la boca abierta de alguien en el canto de una acera y pisotearle la cabeza para destrozar su mandíbula, su cuello y con suerte, acabar con la vida del susodicho? Si sentimos el deseo de hacerlo, ¿por qué reprimirse?

La moralina occidental nos dice que obtener placer a costa del sufrimiento de los demás es un acto de maldad. Divina hipocresía. Es justamente lo que hacemos todos los seres humanos. Tony Soprano es mala persona porque asesina personas para poner un buen plato de comida en la mesa de su familia y, por qué no, para divertirse un poco. En cambio, todos los que vivimos en el mundo desarrollado obtenemos nuestro nivel de vida a costa de la felicidad de los habitantes del Tercer Mundo. ¡Me niego a que se demonice a un espíritu libre! ¡Tony Soprano es mi héroe! ¡Él es lo que yo no me atrevo a ser! Es cierto que Tony no es una persona feliz, que acude al psicólogo, pero, ¿quién en esta vida lo es? La felicidad, ese estado permanente de bienestar, es otra construcción artificial de la humanidad.

La neutralidad del creador David Chase es, posiblemente, la gran virtud de esta serie. Chase ni juzga ni manipula. Los Soprano parecen un reality de dimensiones gigantescas, en las que hay cámaras perfectamente colocadas en todos los rincones del mundo, incluso en los sueños de Tony. Si esto fuera cierto, después de seleccionar los mejores momentos de la vida de los Soprano, Chase los ordenaría cronológicamente y montaría un capítulo. Sabemos que ese no ha sido el modus operandi de la serie (básicamente porque es imposible), pero esos detalles que aparecen en la pantalla para permanecer inconclusos (por ejemplo, un ruso que desaparece en la nieve…) dan la sensación de que estamos viendo vidas reales. Esta distancia de los creadores presenta a los personajes como tal, con sus ambigüedades. Toda persona que ve Los Soprano adora y aborrece a cada uno de los personajes, y cuando van muriendo, sentimos pena y alivio a la vez.

Aparte de lo comentado hasta el momento, hay miles de cosas que hacen que cada uno de los 86 episodios de la serie puedan estar en el Top 100 de los mejores largometrajes de la historia pero yo quiero destacar uno: la música. Por un lado tenemos la música diegética que escucha Tony, en la que se encuentran artistas de la talla de The Rat Pack, Emerson Lake & Palmer, The Chi-lites, Pink Floyd o Journey. No quiero ser pesado pero, ¿cómo puede ser mala persona alguien que tiene tan buen gusto para la música? Por otra parte, tenemos la música extradiegética, con gente como Otis Redding, Dean Martin, The Rolling Stones. Solo por esta selección musical, este producto merece el apelativo de “mejor serie de la historia” por mucho que le pese a los que no quisieron entender ni disfrutar el último episodio de la serie.



3 comentarios:

Enric Viñals dijo...

Hey!!!! Te has soltado escribiendo!!! Sin faja ni corsé. Para eso deben servir los blogs.
LUCES. PUBLICO EN PIE. CINCO MINUTOS DE APLAUSOS. PRIMER PLANO DEL FRIKY CON LAGRIMA COLGANDO DEL OJO. ( no llora de emoción, piensa que ya no hay mas Sopranos que ver)

Rubén Hornillo dijo...

Una semana después, el plano se mantiene. El friki sigue llorando...

Luis dijo...

...y mientras Friki continúa saboreando la salada amargura de su pérdida, simbolizada en esas lágrimas, un pequeño movimiento de cámara deja ver a los miles de lectores de la entrada que algún día sintieron la misma futilidad de sus vidas cuando vieron, admiraron, el último capítulo de una master piece como si se les escapara un pez de colores entre las manos.

Y, al mismo tiempo, una voz en off afirma:

"el mundo se divide en dos clases de personas: las que ya han visto el último capítulo de Los Soprano, y los que lo verán en el futuro. Porque si no has visto o vas a ver ese último instante de glorificación al medio televisivo entonces, my friend, es que estás muerto"