domingo, 7 de marzo de 2010

Glee

Los Oscar están a la vuelta de la esquina. Muchos españoles, seguramente abanderados de ese mal endémico español que es la envidia, desean que Penélope Cruz no se lleve la estatuilla porque, según ellos, no se la merece. Yo sin embargo, me alegraría de que se lo llevara porque significa que el mundo del entretenimiento nos respeta más de lo que seguramente nos respetamos nosotros mismos. No he visto Nine, ni tampoco creo que Pe sea la mejor actriz española pero su curriculum es envidiable y se merece un respeto. Lo que si que deseo fervientemente es que Avatar no se lleve el premio a Mejor Largometraje. Esto supondría todo un fracaso para aquellos que consideramos que en el cine lo primordial es la historia. Mis apuestas son Up y Malditos Bastardos. La semana que viene comentaremos en más detalle lo que nos ha deparado la gala.

Glee

Bajo este curioso y extraño título se esconde una de las series más interesantes de esta temporada televisiva. Todavía no se ha estrenado en España y, puede que jamás lo haga a pesar de sus excelentes índices de audiencia en EE.UU. Es un musical y muchas de las canciones serán ajenas al imaginario colectivo de los que hablamos la lengua de Cervantes, provocando que el elemento principal de la serie pueda carecer de interés. Es curioso como el género de la comedia musical apenas se ha trabajado en la televisión de los últimos años, provocando que Glee, solo por su género, sea una serie interesante.

Un club de Glee es una agrupación de estudiantes de instituto que se dedica a preparar números de música vocal y después defender dichos números en competiciones regionales y nacionales. Es un concepto muy ajeno para el ciudadano español, ya que el asociacionismo estudiantil en el instituto es prácticamente inexistente en España. Hablando claro: los miembros de Glee son un coro que canta canciones populares. Imaginaros a 12 adolescentes disfrazados cantando y bailando y tendréis una imagen bastante nítida de lo que es el Show Choir.

En este contexto, William Schuester, profesor de español en el instituto William McKinley, decide hacerse cargo del club de Glee del instituto. Hasta la fecha, dicho club había sido el lugar de reunión de los adolescentes con menor estatus social. El reto de Schuester consiste en subir la autoestima de estos jovenzuelos y ganar las regionales para así poder tener el respeto que se merecen. El grupo de estudiantes se compone de un empollón en silla de ruedas, una chica tan talentosa como egocentrica, un par de jugadores de futbol americano, una asiática tartamuda, una negra gorda, un gay obsesionado por la moda y tres animadoras entre las que se encuentra la presidenta del Club del Celibato. Cómo el club de Glee se financia a costa del presupuesto de las Cheerleaders, su entrenadora hará todo lo posible para probar al mundo que esos chavales son unos pardillos y que el dinero le corresponde a sus chicas. Tanto los personajes como las tramas son simples, planas y exageradas, dando la sensación de que estamos viendo una especie de Chicho Terremoto en imagen real.

El humor de Glee necesita de la paciencia del espectador, lo cual es mucho pedir en estos tiempos que corren. El piloto prácticamente no me provocó ninguna carcajada pero el acto final con el que concluyó me enganchó. Dicho acto consistió en una actuación del tema “Don’t stop believing” de Journey, que en el mundo anglosajón es todo un himno y que se encuentra entre mis canciones predilectas. Sin embargo, dudo mucho de que ese tema pueda servir como gancho para una audiencia no anglo-parlante que además no se identifica con el rígido sistema de castas del instituto americano (nuestro sistema educativo será pésimo, pero por lo menos no tenemos que pasar por la tortura social por la que tienen que pasar los estudiantes americanos).

Si se le dan varias oportunidades a esta serie, uno no terminará defraudado, pues una vez aceptados su universo y su semiótica, el espectador disfrutará y se reirá. Como elementos formales interesantes en Glee tenemos un apropiado uso de la voz en off que contradice lo que vemos en pantalla; la música extradiégetica, que está prácticamente a capella; la ruptura de la diégesis mediante la inclusión de video-clips en medio de un capítulo; y, cómo no, las canciones en sí, aunque si bien es cierto que algunas son un auténtico tostón. Es menester destacar que todos los actores rayan la perfección y que eso les ha valido un globo de oro a la mejor serie musical-comedia. Pero sobre todos los actores, destacaría el buen hacer de Lea Michele, que interpreta a la chica egocéntrica que todo el mundo odia. Dadle una oportunidad a esta serie y si al tercer capitulo no os tiene enganchados, desechadla, porque no os gustará.



2 comentarios:

Luis dijo...

Glee tiene todo los ingredientes para que no me guste... pero supongo que habrá que darle una oportunidad.

Avatar va a ganar, lo que demuestra que los Oscar no deciden la mejor película del año.

SALUDOS

Policromi dijo...

Vi el primer capítulo de Glee y la verdad es que tampoco es que me llamara demasiado. Consideré que las personas que encarnan los miembros del coro son bastante estereotipados (y de estereotipos estoy bastante hartita). El único personaje que me pareció interesante fue Emma Pillsbury, obsesionada con la limpieza y que puede dar bastante juego, si los guionistas saben aprovechar o que tienen.
Puede que le dé una oportunidad. Vamos a ver. :)