sábado, 19 de junio de 2010

Terminator 2: El juicio final (1991)

A primera vista, lo que más destaca de esta secuela, 6 años más joven que su predecesora, es que ha envejecido mejor (o quizás, simplemente ha envejecido menos). Esta película ya deja ver signos de la megalomanía de James Cameron (esa que ha levantado Avatar, pero que, a la postre, ha sido la arma arrojadiza más eficaz de sus detractores). Tanto la primera como la última secuencia son calcos, diríamos que auto homenajes que el director hace a la primera película de la serie. Tenemos las mismas constantes que en la primera película: esqueletos, rayos láser, avanzadas armas de combate, etc.



Si los lastres de Terminator eran su aspecto visual, su banda sonora y la pésima interpretación de Linda Hamilton, los lastres de esta secuela son la interpretación de Edward Furlong y el guión, que hace agua por todas partes. Por un lado, hay un fallo de guión muy claro que queda maquillado ante los espectaculares efectos visuales que describen la “liquidez” del T-1000. Dicho androide aparece desnudo (si puedes mandar un cuerpo al pasado, no será tan difícil acompañarlo de ropa, ¿no?) y se sirve de un policía para vestirse, pero curiosamente, cuando es disparado, su ropa adquiere la misma naturaleza liquida que su portador y se regenera. Todo esto sin mencionar las paradojas temporales que Cameron propone, las cuales no se sostienen por ninguna parte. El objetivo de Sarah Connor, en esta película es acabar con el creador de Skynet, la computadora que eventualmente le declarará la guerra a la humanidad. ¿No creen ustedes, estimados lectores, que si nuestra heroína consiguiera su objetivo, su querido hijo desaparecería del continuo espacio-tiempo? Al fin y al cabo, el padre de John Connor es un soldado del futuro que vino al pasado a salvar a Sarah, y si no hubiera guerra, no hubiera sido necesario enviarlo al pasado.

Pero bueno, voy a hacer una afirmación arriesgada: Cameron, más que un mero narrador audiovisual (¿o deberíamos decir investigador especializado en la imagen y el sonido?), es un autor. Los críticos e historiadores de cine han aceptado que se considera autor a todo realizador que mantiene unas constantes en su filmografía. James Cameron tiene dos constantes muy claras en cada una de sus películas. Por una parte, todas sus producciones utilizan barrocamente las últimas tecnologías a la hora de crear imágenes. Este punto ya lo hemos comentado bastante en esta entrada y en las dedicadas a TerminatorAvatar. La otra constante del cine del realizador más taquillero de la historia es el exceso de metraje de todas sus obras. Cada una de ellas pierde poder en el último acto y terminan provocando un deseo en el espectador de que la película se termine pronto. Terminator 2, lejos de ser una excepción, es el largometraje que mejor ejemplifica esta cualidad.

Para mí, el principal punto de interés de esta película está en las secuencias de acción, que están a medio camino entre los mamporros de los 80 y los de la segunda mitad de los 90 (muy influenciados por el videojuego y el cómic). A día de hoy, dichas secuencias ya dejan entrever signos de obsolescencia, pero aún así retienen su encanto. 

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