domingo, 15 de agosto de 2010

Qué bello es vivir (1946)

Cuando hablamos de Qué bello es vivir hablamos posiblemente del largometraje que posee la última escena más catártica de la historia del cine. Resulta casi imposible comentar dicha escena sin revelar detalles de la trama que fastidien la película a aquellos lectores que no la hayan visto todavía. No obstante, diré que la felicidad que siente George Bailey (James Stewart) al final de la película al darse cuenta de lo bello que es vivir (el reconocimiento o anagnórisis de la que hablaba Aristóteles en La Poética) es muy contagiosa.



George Bailey ha sido siempre el chico bueno al que le ha tocado sacrificar sus ambiciones a favor de los deseos de los demás. Él es el buen samaritano que sería capaz de concederte su chica si sabe que tú la amas la mitad de lo que él la ama y que le vas a dar una mejor vida. Y así es como, George, que siempre ha tenido un objetivo muy claro en la vida (el viajar y dedicarse a construir edificios por todo el mundo), tendrá que ver cómo todo el mundo consigue sus objetivos gracias a que él, precisamente, no consiga los suyos. Así no se irá de viaje para hacerse cargo de la financiera que su padre regentaba y de esa manera asegurarse de que la clase obrera de su ciudad pueda seguir teniendo un nivel de vida aceptable. Más adelante, tendrá que renunciar a su viaje de bodas a causa de una crisis financiera, haciendo los préstamos de su propio bolsillo, acabando con todas las posibilidades de salir de la ciudad que tanto le oprime.

Pero todo tiene un límite, hasta la resignación de George. Cuando después de ser el que ha tenido que pringar por todos, la mala suerte se ceba contigo, es muy fácil perder los papeles. Suerte que Dios y San José, que todo lo miran, envían a un ángel a la Tierra para salvar a George. Es muy curioso cómo al principio de la película, se resuelve el diálogo entre Clarence, el ángel, Dios y San José con un plano del espacio exterior. Así, Dios sería una constelación, San José otra y Clarence una pequeña estrella. Cada vez que habla uno de estos personajes, la intensidad lumínica del cuerpo celeste que los representa aumentará al ritmo del parlamento. Este es un recurso semiótico que aplaudo por su originalidad y eficacia.

La estrategia del ángel se basa en enseñarle a George cómo sería la vida de sus conocidos si él no hubiera nacido. Es curioso cómo todos los gurús de la sociología moderna no se cansan de hablar del poder de las redes sociales como si fuera algo nuevo. La tesis de todos estos comunicólogos dice que todos estamos más relacionados de lo que pensamos y que no somos conscientes de hasta qué punto influenciamos y somos influenciados. Bueno, la tesis de Frank Capra, director y uno de los coguionistas de esta obra es la misma, aún cuando en esa época no había Internet, ni mucho menos facebook.

Qué bello es vivir es una película de Navidad con un marcado mensaje cristiano y una moralina que puede repeler a muchos. Por supuesto que, como toda la filmografía de Capra, trata de anestesiar el malestar de las clases trabajadoras americanas y perpetuar el sueño americano. En cierto modo, se puede considerar que el cine de Capra es propagandístico y quiere inculcarnos la idea de que el sufrimiento de los seres humanos en la Tierra no es tan grande como pensamos y que agradezcamos que estamos vivos aunque nuestra vida sea una mierda. Todo una defensa hacia el conformismo que no comparto pero que sin embargo ha provocado que en pleno mes de Agosto me emocione con una película de Navidad. Además, creo que me he enamorado de Donna Reed.


1 comentario:

Enric Viñals dijo...

- No me hagas esto...
Con solo el trailer ya estoy con la lagrima en la pestaña. Si veo la película ni te digo.
(Insisto:¿Cuando comentarás en Inglés?)